Homenaje a Bernardo Krasniansky a un año de su fallecimiento

Nan Goldin (1953) llega a Nueva York a finales de los años setenta, justo en el momento en que los ideales de la generación anterior, la del “verano del amor”, se habían esfumado inexorablemente.
Le tocó vivir un tiempo diferente. Fueron sin duda años bisagra, que funcionaron no sólo como epílogo de aquella época, sino también como prólogo al “nuevo orden mundial”: el de los años Reagan, la caída del Muro, la epidemia del sida y todo lo que vendría a partir de los años noventa. Podríamos decir, de alguna manera, que llegó para vivir -y contar- la agonía de una larga fiesta.