El Jardín de Edith

Un homenaje a Edith Jiménez
por los 100 años de su nacimiento.
(1918 – 2018)

“El jardín de Edith”, se denomina la última exposición del año en la Fundación Texo para el arte contemporáneo, y es un homenaje a la artista Edith Jiménez (1918–2004) por los 100 años de su nacimiento.

La exposición contará con xilografías, serigrafías, matrices, bocetos y dibujos de la artista que integran la colección Nasta y otras colecciones privadas.

Con esta muestra, la Fundación Texo celebra la gran trayectoria de Edith Jiménez y la importancia de su legado al arte de nuestro país.

Fundación Texo
Director Ejecutivo
Martín Nasta


Director Artístico
Fredi Casco

 

Coordinación de programas
Stefan Knapps

 

Curaduría
Fredi Casco

 

Textos
Ticio Escobar
Adriana Almada
Damián Cabrera

 

Expografía y montaje
Elefante Mental: Javier Palma, Mauricio Bazán, Jimena Riso y Christian Cubilla

 

Diseño y comunicación
LUPE: Marcos Gray, Juanchi Nieva, y Lulú Cuevas
OMD: Gabriela López y Alicia Barrios
Wild-Fi: Sofía Gadea y Laura Flor

 

Agradecimientos
Graciela Mayor
Verónica Torres
Oscar Centurión
Isabel Almada

Elementos de la campaña de comunicación

3 textos, 3 miradas distintas

Contundente y generosa, la obra gráfica de Edith Jiménez constituye un momento fundamental de la modernidad artística paraguaya: marca con fuerza tiempos suyos, recalca cuestiones y aventura salidas sin clausurar el curso fluente de las tantas preguntas que inquietan y estimulan la saga moderna. Es el de Edith el primer grabado abstracto de nuestro medio. Registrar este hecho no tiene el sentido de apuntar el primer lugar de una carrera sino el de subrayar la audacia de una búsqueda y el apuro en emprenderla. Pero mencionar esta situación también significa recalcar el compromiso de una imagen con su tiempo: la década de los años cincuenta se cierra en el Paraguay con la pregunta acerca de la autonomía de los lenguajes; del sentido de una expresión que debe sustentarse en los argumentos desnudos de la forma.

[…] Históricamente bien colocada, la abstracción del grabado de Edith, junto a la desarrollada por otros artistas a través de medios distintos, zanja una cuestión y habilita el curso de otras preguntas. La figuración que aparecerá después ya no será, por cierto, la misma. Es decir, ya no dependerá  de su sujeción o su rechazo de analogías y referencias: partirá de aquella escena desmontada y clara.

 

Ticio Escobar. Fragmentos de «Las cifras de la madera».

 

[…] En las fragmentadas nervaduras de un árbol seco Edith encuentra las insinuaciones del origen, el germen del crecimiento infinito alrededor de un eje. Una fruta es la forma periférica de un universo. Vacuidad suprema, preñada de significados. En ella siempre hay un núcleo –muchas veces tácito- a partir del cual despliega una sucesión de capas y transparencias que distraen de lo que quiere mantener intacto, oculto, preservado. Por un instante, cuando la luz se cristaliza y nos permite una visión completa, podemos adivinar, acaso fugazmente, su centro inexplorado. En sus estampas, y más precisamente en sus matrices, están grabadas las señas particulares de su propia biografía.

 

Adriana Almada. Fragmento de “Edith Jiménez. Entre lo tácito y lo manifiesto”, Catálogo Edith Jiménez, Retrospectiva Obra Gráfica, Centro Cultural Embajada del Brasil, Asunción, 2001, pp. 35-39.

 

 

[…] Abstracciones no geométricas y figuraciones sintéticas —en las que destacan motivos frutales— conforman un universo de resonancias poéticas, en el que están cifrados el dramatismo de las naturalezas muertas o la erótica del fruto abierto.

Las impresiones de matrices múltiples y superposiciones —asumidas como un recurso por la artista— pueden ser vistas como metáfora del desajuste cronológico que supuso su práctica, donde también reverbera el acento que ella le puso al proceso, aliado a su preocupación por el color y el lenguaje gráfico.

Acaso Edith Jiménez constató que la madera también escribe con vetas y anillos historias de crecimiento, guarda memorias de la intemperie, o seduce con potencia expresiva. Ella descifró el lenguaje de las materias con las que trabajó —no sólo la madera—, y el grabado fue la forma posible de un diálogo, mediante el reconocimiento de la escritura que excede el gesto humano y la invitación posterior al banquete común de la forma.

 

Damián Cabrera